Contrapendiente

“Pensar cuesta. Por eso lo evitamos.”

Peluchismo: el varón neutralizado.

“Una reflexión sobre la masculinidad contemporánea: la forma del deseo sin su potencia y el desplazamiento de la iniciativa por el gesto seguro.”

En la sociedad contemporánea, se observa un fenómeno curioso y hasta ahora poco estudiado: la aparición de un tipo de masculinidad que conserva la forma del deseo, pero ha perdido su potencia. A este comportamiento se le ha comenzado a denominar peluchismo, y quienes lo encarnan son los llamados hombres de peluche.

La corrección y la domesticación como sustituto de la acción.

El peluchista mantiene interés y atención hacia las mujeres, pero su interacción rara vez se traduce en seducción, conquista o acercamiento erótico. Su comportamiento es amable, atento y protector, más cercano a la empatía femenina que al impulso tradicionalmente vinculado con la masculinidad. En contextos sociales —fiestas, reuniones o incluso en el ámbito laboral— se muestra dispuesto, servicial y socialmente correcto, acompañando, escuchando y participando sin asumir riesgos ni tensiones propias del encuentro sexual o romántico. El deseo, en este sentido, se convierte en una especie de gestualidad neutralizada, una forma sin fuerza.

La Paradoja del Depredador Domesticado

Metafóricamente, podríamos comparar al hombre de peluche con un depredador domesticado: conserva la apariencia del animal salvaje, pero carece de garras, colmillos o fuerza. Es un lobo de peluche, un oso de peluche, un águila de peluche: según la personalidad, la conducta y la apariencia de cada individuo, se le asocia un animal, pero siempre reducido a su versión inofensiva. Así, el impulso se mantiene, pero ha sido transformado en forma simbólica de seguridad y aceptación social, más que en fuerza de acción o conquista.

Hombre de peluche rodeado de personas en una fiesta. El "depredador domesticado": apariencia de potencia, realidad inofensiva.

Este fenómeno se observa también en dinámicas sociales cotidianas: el peluchista suele acompañar a las mujeres a su casa después de una reunión sin intentar un acercamiento sexual; en un asado o encuentro informal, se concentra en quienes no representan posibilidad erótica, dejando libre el espacio de acción para otros hombres; en el trabajo, suele coincidir y mostrarse de acuerdo con mujeres para lograr aceptación y reconocimiento social, desplazando la iniciativa hacia el consenso en lugar de la seducción o el liderazgo.

La domesticación del varón como síntoma cultural

"La energía erótica y vital que históricamente ha caracterizado la interacción masculina se ve sustituida por gestos de aprobación y cuidado, generando un nuevo patrón de conducta."

Desde un punto de vista cultural y filosófico, el peluchismo refleja un cambio más amplio en la masculinidad. En una sociedad que cada vez más valora la sensibilidad, la corrección y la domesticación de los impulsos, el varón se ha vuelto dócil, inofensivo y neutralizado. La energía erótica y vital que históricamente ha caracterizado la interacción masculina se ve sustituida por gestos de aprobación y cuidado, generando un nuevo patrón de conducta.

La emergencia del peluchismo también abre espacio a lo que podríamos llamar pelufobia, un rechazo implícito o explícito hacia los hombres neutralizados por parte de aquellos que todavía adhieren a modelos de masculinidad más clásicos, basados en la fuerza, la competencia y la conquista. Este rechazo refleja un conflicto simbólico: la domesticación del deseo masculino choca con la persistencia de estructuras culturales que valoran la virilidad activa y la potencia social del varón.

En última instancia, el peluchismo no es solo una curiosidad social: es un síntoma del declive cultural y vital en nuestra era. La neutralización del impulso y del riesgo refleja una sociedad donde el deseo, la iniciativa y la tensión erótica se sustituyen por gestos seguros, previsibles y políticamente correctos. La domesticación del varón no es solo un fenómeno individual, sino un reflejo del desplazamiento de la vitalidad y el eros en el tejido social contemporáneo.

“El hombre de peluche es la metáfora de un tiempo en el que la fuerza, la acción y el deseo se han visto doblegados por la corrección y la seguridad."

El hombre de peluche, entonces, representa algo más que un tipo de conducta: es la metáfora de un tiempo en el que la fuerza, la acción y el deseo se han visto doblegados por la corrección, la empatía neutralizada y la seguridad. En esa paradoja, se esconde la pregunta más inquietante: ¿qué sucede con la energía vital y el impulso humano cuando el deseo se convierte en gesto seguro y la acción se transforma en cuidado domesticado? La respuesta, por ahora, se observa en la lenta proliferación de peluchistas que habitan nuestro entorno cotidiano, marcando un síntoma más del declive social que transitamos.